La lactancia materna es uno de los procesos más naturales y beneficiosos tanto para el bebé como para la madre. Sin embargo, en el camino pueden surgir desafíos que generan dudas, ansiedad y, en ocasiones, decisiones precipitadas.
Uno de los momentos más desconcertantes para muchas madres son las crisis de lactancia, también conocidas como brotes de crecimiento. Conocerlas en profundidad y saber cómo afrontarlas es fundamental para mantener una lactancia exitosa y duradera.
¿Qué es una crisis de lactancia?
Se denomina crisis de lactancia a una fase temporal en la que el bebé modifica repentinamente su comportamiento al mamar, lo que puede desconcertar a la madre. El bebé puede mostrarse irritable, querer mamar con mayor frecuencia o, al contrario, rechazar el pecho de forma brusca. Esta etapa suele estar relacionada con cambios en su desarrollo y necesidades nutricionales.
Aunque se trata de un proceso completamente normal, puede poner a prueba la confianza de la madre en su capacidad para alimentar a su hijo. Es precisamente por esa razón que muchas mujeres, al no saber que se trata de algo pasajero, deciden interrumpir la lactancia antes de lo previsto.
¿Cuándo suelen aparecer las crisis de lactancia?
Las crisis de lactancia no siguen un calendario exacto, pero sí existen ciertas edades en las que suelen ser más frecuentes debido a los cambios fisiológicos y neurológicos del bebé. Entre los momentos más habituales se encuentran:
- Alrededor de los 17-20 días: el bebé empieza a necesitar más leche y estimula el pecho con mayor intensidad para aumentar la producción.
- A las 6-7 semanas: aparece una crisis marcada por la inquietud del bebé al pecho, succión corta y llanto frecuente.
- A los 3 meses: posiblemente la más desconcertante. El bebé se distrae con facilidad, mama menos tiempo y parece rechazar el pecho. Muchos lo interpretan como señal de que la leche ya no alimenta, lo cual es erróneo.
- Hacia los 6 meses y más adelante: pueden producirse nuevas crisis cuando el bebé está desarrollando nuevas habilidades motoras o comienza la alimentación complementaria.
Cada bebé es diferente, y algunas madres pueden no notar estas crisis o vivirlas con menos intensidad.
Síntomas habituales durante una crisis de lactancia
Las crisis pueden presentarse de diversas formas, pero hay señales comunes que ayudan a identificarlas:
- El bebé pide el pecho con mucha más frecuencia de lo habitual o, por el contrario, parece rechazarlo.
- Se muestra inquieto o llora al mamar, se suelta y vuelve a engancharse repetidamente.
- Las tomas son más cortas o irregulares.
- La madre percibe que su pecho está más blando y cree que no tiene suficiente leche.
- Cambios en el sueño del bebé, que puede dormir menos o despertarse con más frecuencia.
Estos signos pueden durar entre 2 y 7 días, y lo más importante es recordar que se trata de una etapa pasajera, no de un problema en la producción de leche ni de una necesidad de abandonar la lactancia.

¿Qué causa una crisis de lactancia?
Existen múltiples factores detrás de estos episodios, y entenderlos es clave para abordarlos correctamente. Algunos de los más frecuentes son:
- Brotes de crecimiento: el bebé necesita más leche, por lo que aumenta la demanda para estimular la producción.
- Cambios neurológicos: a medida que el sistema nervioso del bebé madura, su comportamiento frente al pecho cambia.
- Estimulación del entorno: a partir de los 3 meses, los bebés se distraen fácilmente y pueden parecer menos interesados en mamar, aunque su necesidad nutricional siga siendo la misma.
- Alteraciones en la succión: puede haber dolor, molestias o incluso cambios en el patrón de succión debido a otros procesos como dentición o infecciones leves.
¿Cómo prevenir o sobrellevar una crisis de lactancia?
Aunque no siempre es posible prevenir una crisis, estar informada y preparada es la mejor manera de atravesarla con seguridad. Algunas recomendaciones que ayudan a superarla son:
- Ofrecer el pecho a demanda, sin mirar el reloj. Si el bebé quiere mamar cada hora, es completamente válido.
- Evitar el uso de chupetes o biberones durante la crisis, ya que pueden interferir en la succión y en la estimulación del pecho.
- Mantener un entorno tranquilo durante las tomas, especialmente en la crisis de los tres meses, para ayudar al bebé a concentrarse.
- Confiar en la producción de leche: el pecho se adapta perfectamente a las necesidades del bebé. Sentirlo más blando no significa que no haya leche.
- Pedir apoyo: hablar con un profesional de la lactancia, una matrona o un grupo de apoyo puede ser decisivo para seguir adelante.
Errores comunes que pueden poner en riesgo la lactancia
Durante estas crisis, muchas madres se sienten frustradas o desorientadas, lo que puede llevar a tomar decisiones que afectan la lactancia. Algunos errores frecuentes son:
- Ofrecer suplementos innecesarios: dar leche artificial en plena crisis puede reducir la producción de leche materna y perpetuar el problema.
- Cambiar de pecho constantemente sin permitir una succión eficaz.
- Interpretar que el llanto o el nerviosismo del bebé es sinónimo de hambre por falta de leche.
La clave está en tener información veraz y actualizada y rodearse de personas que apoyen la lactancia, tanto a nivel profesional como emocional.
La importancia del acompañamiento y la información
Una madre bien informada es una madre con más recursos para tomar decisiones. Las crisis de lactancia no deben verse como un fracaso, sino como una parte natural del proceso, tan habitual como el crecimiento o el aprendizaje de nuevas habilidades por parte del bebé.
Contar con asesoramiento de calidad y acompañamiento empático puede marcar la diferencia entre abandonar o continuar una lactancia exitosa. Existen asociaciones, asesoras certificadas y centros de salud que ofrecen apoyo gratuito y profesional en todo el territorio.

Las crisis de lactancia son fases normales y pasajeras que aparecen en distintos momentos del desarrollo del bebé. Aunque pueden generar preocupación, no son un signo de que algo va mal. La información, la paciencia y el acompañamiento son esenciales para superar estos momentos sin renunciar a la lactancia materna.
Conocer el comportamiento del bebé y confiar en la sabiduría del cuerpo materno permite vivir la lactancia con seguridad y satisfacción. Porque sí, la leche materna sigue siendo suficiente, incluso durante las crisis.